domingo, 30 de junio de 2013

Comunión Espiritual



            La Comunión Espiritual es el deseo ferviente y ardiente de recibir a Jesús en la Sagrada Eucaristía, cuando no se pueda recibir Sacramentalmente, por algún motivo.

            Santo Tomás sostuvo que se puede recibir espiritualmente a Cristo de dos manera:
ü  Espiritualmente, en su estado natural, y de esta manera la reciben los Ángeles, unidos a Él por el gozo de la caridad perfecta y de la clara visión. Este pan lo esperamos recibir, también en la gloria.
ü  Bajo las especies sacramentales, creyendo en Él y deseando recibirlo sacramentalmente. Y esto no solamente es comer espiritualmente a Cristo, sino también recibir espiritualmente el sacramento.

            Resumiendo un poco las palabras del Santo y Doctor de la Iglesia, Santo Tomás, se deduce que la Comunión Espiritual nos trae, de cierto modo, el fruto espiritual de la propia Eucaristía recibida sacramentalmente. Fue recomendada vivamente por el Concilio de Trento y ha sido practicada por todos los santos, con gran provecho espiritual.

            Sin duda, constituye una fuente especial y eficaz de gracias para quien la practique fervorosa y frecuentemente. Más aún: puede ocurrir que con una Comunión Espiritual muy fervorosa se reciban mayor cantidad de gracias que con una Comunión Sacramental recibida con poca devoción. Con la ventaja de que la Comunión Sacramental no puede recibirse más que una sola vez por día y hasta dos, (bajo ciertas normas), y la Espiritual puede repetirse muchísimas veces, en la iglesia o fuera de ella, a cualquier hora del día o de la noche, antes o después de las comidas.

            No hay fórmula determinada o específica para realizar la Comunión Espiritual, pero hay oraciones que nos ayudan o nos impulsan a esa intimidad con el Amado al momento de entrar en comunión con Él, ya sólo el deseo ardiente de quererlo recibir en nuestros corazones, abre la puerta a esa intimidad.  Hay tres actos previos y que podemos hacer brevemente, si es nuestro deseo, como son:
ü  Un acto de Fe, por el cual renovamos nuestra firme convicción de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Es excelente preparación para comulgar espiritual o sacramentalmente;
ü  Un acto de deseo de recibir sacramentalmente a Cristo y de unirse íntimamente con Él. En este deseo consiste formalmente la Comunión Espiritual;
ü  Una petición fervorosa, pidiendo al Señor que nos conceda espiritualmente los mismos frutos y gracias que nos otorgaría en la Eucaristía sacramentalmente recibida.

            Todos los que no comulgan sacramentalmente deberían hacerlo al menos espiritualmente, al oír la Santa Misa. El momento más oportuno es, naturalmente, aquel en que comulga el sacerdote. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual. De lo contrario, para nada les aprovecharía, y sería hasta una irreverencia, aunque no un sacrilegio. Tradicionalmente se ha considerado la Comunión Espiritual como un premio de consolación para aquellos que por ciertas causas no deben comulgar sacramentalmente, (quienes viven en unión libre o sólo casados sólo por civil, los excomulgados, los que están en pecado mortal). Y para quienes pueden recibir a Jesús Sacramentado, es más bien una oración de anticipación y extensión de sus frutos. Y en esto se basa el santo Concilio de Trento cuando dice que hay tres clases de Comunión: la primera meramente sacramental; la segunda puramente espiritual, y la tercera sacramental y espiritual a la vez.

            La Comunión Espiritual debe siempre tener la Comunión Sacramental como meta. Los que están en pecado mortal deben hacer un acto previo de contrición, si quieren recibir el fruto de la Comunión Espiritual.

            Un acto de comunión espiritual, expresado mediante cualquier fórmula devota, es recompensado con una indulgencia parcial; y a través de ella, Jesús nos dará las gracias que necesitemos en ese momento para ser fieles a nuestra misión de ser testigos del Amor de Dios ante todos los hombres.

            A Santa Faustina Kowalska, Jesús Misericordioso le comunicó esto: “Si practicas el santo ejercicio de la Comunión espiritual varias veces al día, en un mes verás tu corazón completamente cambiado.”

            San Juan María Vianney, el Cura de Ars, decía: “Una Comunión espiritual actúa en el alma como un soplo de viento en una brasa que está a punto de extinguirse. Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una Comunión espiritual.”

            San Antonio María Claret: “Tendré una capilla fabricada en medio de mi corazón y en ella, día y noche, adoraré a Dios con un culto espiritual.”

            San Francisco de Asís: “Cuando no puedo asistir a la Santa Misa, adoro el Cuerpo de Cristo con los ojos del espíritu en la oración, lo mismo que le adoro cuando le veo en la Santa Misa.”

            





sábado, 29 de junio de 2013

Solemnidad de San Pedro y San Pablo



         Hoy, 29 de Junio celebramos la Solemnidad de dos grandes pilares fundamentales para la Iglesia Universal, la Iglesia de Cristo, recordamos a San Pedro y San Pablo... Este día está considerado como el día del Papa, palabra a la que se le atribuyen dos significados:
  •     El primer significado corresponde a las iniciales de 4 palabras latinas:  Petrí Apostoli Potestatem Accipiens y se traducen así: "El que recibe la Potestad del Apóstol Pedro"
  •  El segundo significado es el que corresponde a la unión de las dos primeras sílabas de estas  palabras latinas: PAter PAstorque se traducen como "Padre y Pastor"


       Hay una frase tan real y que se aplica profundamente en estos dos personajes “Dios no escoge a los preparados; Él prepara a los elegidos...” Pedro, de oficio pescador, es a quien el Señor al llamarlo, comienza por cambiarle el Nombre; el cual era Simón, “...Subió a la montaña, fue llamando a los que Él quiso y se fueron con él. Nombró a doce [a quienes llamó apóstoles] para que convivieran con él y para enviarlos a predicar con poder para expulsar demonios. [Nombró, pues, a los Doce]. A Simón lo llamó Pedro...” (Marcos 3, 13-16)

       Pedro significa Piedra, y aún cuando era muy apasionado, era de carácter fuerte, quizás por esto, es que el Señor lo elige, para que en adelante fuera pescador de hombres, confiándole a él su Esposa, la Iglesia, “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mateo 16, 16); aún cuando Pedro lo negara tres veces, hecho que predijo el Señor que pasaría. Jesús conoce nuestra debilidad humana, mas, sabe cuán fuerte podemos ser cuando nos dejamos seducir por su corazón. Pedro deja su barca, las redes... Lo deja todo por seguir al Maestro, al Mesías, al Cristo, aunque muchas veces, no entendía las enseñanzas de Jesús.

     Saulo de Tarso, era un hombre bien preparado, pues gozaba de gran inteligencia; judío y enemigo de los cristianos, los perseguía, porque veía en ellos una fuerte amenaza para su religión. En su persecución escucha una fuerte voz: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.). Era el comienzo de la conversión de Pablo. En esa voz siente y entiende la divinidad de Jesús, comprende que es Hijo de Dios, y que persiguiendo a los cristianos estaba persiguiendo al mismo Cristo, al mismo Dios.

     Pablo está considerado como el Apóstol más grande de la Iglesia Universal. Llevando el Evangelio hasta ser prisionero por Cristo, prisión que lo lleva a escribir cartas repletas de Exhortaciones a las comunidades con las que compartió ese ardiente celo por la Buena Nueva de Jesús.

   Tenemos en San Pedro y San Pablo ejemplos de Fe, de Conversión y de celo Evangélico... Confiémonos a su intercesión como patronos celosos de la Iglesia de Dios, para que nos sea otorgado la fortaleza y la valentía de defenderla, buscando cada día la conversión de nuestros corazones...


“...donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia...”

Carta de San Pablo a los Romanos 5, 20

martes, 25 de junio de 2013

Los Pecados Capitales... La Ira




Si se enojan, no pequen. Que la puesta del sol no los sorprenda en su enojo, dando así ocasión al demonio... 
Efesios 4, 26-27


           La Ira es enojarse sin medida y el tener deseos de venganza. La ira es el sentido emocional de desagrado que generalmente es suscitado por un daño real o aparente. Es una reacción de irritación y rabia causada por la indignación de sentir que se vulnera lo que creemos merecer. Puede producirse por la frustración de no alcanzar algún objetivo o necesidad; varía en la intensidad, yendo de la irritación leve a la furia intensa.

            Cuando el movimiento instintivo pasional de la ira se despierta, nos ciega y nos convierte en una especie de bestias ofuscadas, impulsándonos a hacer y a expresarnos de forma hiriente de manera bilateral, porque siempre nuestras acciones traen consecuencias para todas las partes involucradas. Sucede como cuando derramamos un vaso con agua, al querer recoger esa agua, resulta que no logramos alcanzar la misma cantidad y lo peor que en ese querer recuperar lo que se ha derramado vendrán partículas que harán que la pureza de esa agua no sea la misma y si el vaso era de vidrio, peor aún... Eso se resume en heridas en los corazones comprometidos en estas situaciones, heridas que van agrandándose con el tiempo por el sólo hecho de dejarnos llevar por la soberbia y no ofrecer disculpas y/o pedir perdón.

            Aun cuando la Ira es un pecado, podemos ver a través de las Sagradas Escrituras, que Dios también le da lugar a este pecado, pero actúa de forma totalmente diferente a nosotros, pues hoy en día hay menos propósitos en nosotros en cultivar la Paciencia y la Tolerancia y mucho menos a la reflexión...

"El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad. Él mantiene su amor a lo largo de mil generaciones y perdona la culpa, la rebeldía y el pecado...” Éxodo 34, 6b-7a

“Pero tú, Señor, Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarte, rico en amor y fidelidad, vuelve hacia mí tu rostro y ten piedad de mí...” Salmo 86, 15-16a

“El Señor es compasivo y clemente, lento a la ira, rico en amor. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas...” Salmo 103, 8-10








Contra la IRA – La Virtud de la PACIENCIA

            Para controlar la ira hay que crecer mucho primeramente en humildad.  Esto nos ayuda a ir aceptando mejor las contrariedades. La MANSEDUMBRE y/o PACIENCIA, nos ayuda a controlar los arrebatos de cólera, al poder soportar con serenidad los momentos que pueden encender la ira.

            La Paciencia para soportar con paz y serenidad las adversidades, contrariedades y ataques. La paciencia modera la tristeza, dando conformidad y aceptación.

            ¿Por qué tristeza? ¿Qué tiene que ver la tristeza con la ira?  La tristeza es la otra cara de la ira. Ambas tristeza e ira denotan inconformidad ante las calamidades y problemas. La mansedumbre modera los arrebatos de cólera, que son una manifestación de la ira. La mansedumbre y la paciencia son Frutos del Espíritu “El fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio...” (Gálatas 5, 22-23a).

            ¿Cómo tener esos frutos?  ¿Cómo actúa mejor el Espíritu Santo en nosotros? Son regalos del Espíritu Santo y somos merecedores de ellos a través de la Gracia y la Misericordia de Dios acompañado siempre de la oración, de la oración frecuente y perseverante.  Es como un tratamiento de antibióticos: requieren tiempo para comenzar a actuar y tiempo adicional para que su acción perdure. A medida que la conformidad se va asentando en el corazón, a través de la oración y del auto-control, la persona puede ir frenando los movimientos de cólera. Sufrir con paz y serenidad todas las adversidades.

            Si buscas un ejemplo de paciencia encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo en la cruz sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión "no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca" (Hechos 8, 32). Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: "Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia" (Hebreos 12, 2). Pide mucho a Dios que te ayude a ser más paciente y verás que lo lograrás. Si tú no puedes, Él si puede...

            Y para aprender del Señor hay que estarse a sus pies en oración, para que Él vaya haciéndonos semejantes a Él en esa mansedumbre y humildad que requerimos.



Aprendan de Mí que soy manso y humilde de corazón... 
Mateo 11, 29

lunes, 17 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Envidia



Es fácil reconocer lo que proviene de la carne: 
libertad sexual, impurezas y desvergüenzas; 
culto de los ídolos y magia; odios, ira y violencias; 
celos, furores, ambiciones, divisiones, sectarismo y envidias; borracheras, 
orgías y cosas semejantes. 
Les he dicho, y se lo repito: los que hacen tales cosas 
no heredarán el Reino de Dios.
Gálatas 5, 19-21



            La Enviada está definida como el Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla. Es uno de los siete pecados capitales. Se opone al décimo mandamiento. (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2539)

            Es también la alegría que se llega a sentir cuando a otra persona le va mal. Eres envidioso cuando te comparas con los demás y nada mas estás viendo lo que el de junto hace o tiene y tú no. Cuando te da coraje que al vecino le va mejor que a ti; cuando la rabia te carcome porque tu amiga ni dieta hace y está hecha un palo; cuando te da gusto que al “condenado” de tu compadre que tan mal se ha portado contigo le robaron algunas pertenencias...
            Puede presentarse de varias maneras:
Ø  Comparar los bienes o males míos con los de los demás.  Ya la comparación es un inicio de la envidia.
Ø  Resentir las cualidades, bienes o logros de otro, porque yo no los tengo.
Ø  Desear tener los bienes materiales, intelectuales, físicos de los demás.  Esto va en la línea de la codicia.
Ø  Desear que los demás no tengan los bienes que tienen, porque yo no los tengo.

            La envidia es un pecado muy escondido: casi nunca la persona envidiosa habla de estos sentimientos y pocas veces se manifiestan abiertamente.  Por eso es difícil detectar la envidia.  La envidia forma parte de los malos pensamientos, que las personas suelen pensar que son sólo de lujuria.


            Otro problema para detectarla es porque el envidioso se siente con derecho a serlo: pareciera un sentimiento natural, necesario, y no suele verlo como pecado. Sólo si la envidia se materializa haciendo daño al otro pueda que el envidioso se dé cuenta. Pero pudiera ser puesta en evidencia la envidia cuando buscamos criticar y hasta calumniar al otro para disminuirlo ante los demás.



Contra la ENVIDIA – La Virtud de la CARIDAD

            La Caridad es la tercera y principal de las Virtudes Teologales. La caridad es el amor de Dios habitando en el corazón; amando de verdad a todos nuestros hermanos, los que nos caen bien y los que no. Es siempre desear el bien de los otros.

            La Caridad tiene muchas vertientes: Suele entenderse comúnmente como un acto o sentimiento benéfico de ayuda al prójimo. Pocas veces se entiende en su esencia: Caridad significa Amor de Dios.  La Caridad es, entonces, una Virtud Teologal por la que la persona puede amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo con ese Amor con que Dios le ama y con que la persona ama a Dios.

            La caridad también puede significar un acto de oblación (ofrenda y/o sacrificio que se hace a Dios) o de entrega al prójimo.  Es el darse de que habla San Pablo. Pero vista la caridad como opuesta a la envidia consiste en desear siempre el bien del otro.  Y ese deseo o búsqueda del bien del otro puede llegar -inclusive- a nivel heroico cuando se procura el bien del otro, antes o por encima del bien propio.



El fruto del Espíritu es caridad, alegría, paz, comprensión de los demás, generosidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí mismo. 
Estas son cosas que no condena ninguna Ley. 
Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos; 
si ahora vivimos según el espíritu, 
dejémonos guiar por el Espíritu; 
depongamos toda vanagloria, 
dejemos de querer ser más que los demás y de ser celosos.
Gálatas 5, 22-26

domingo, 16 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Pereza o Acedia


“El espíritu está pronto pero la carne es débil”
 (Mateo 26,41)

            La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino (Catecismo de la Iglesia Católica No. 2094). Los Padres espirituales entienden por ella una forma de aspereza o desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis (Reglas y prácticas encaminadas a la liberación del espíritu y el logro de la virtud), al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón. La Pereza es la flojera que te lleva a descuidar tus obligaciones. Falta culpable de esfuerzo fisico o espiritual; acedia, ociosidad.

            La pereza es el desgano culpable en el cumplimiento de las obligaciones, en el trabajo y en el estudio. Incluye la ociosidad, que –como dice el dicho- es la madre de todos los vicios.  Incluye la postergación culposa: dejar para mañana lo que se puede hacer hoy. Se considera acedia o pereza espiritual, cuando hay falta de interés en los bienes espirituales y el desgano para responder a las gracias divinas. Se es perezoso cuando impulsados por la flojera dejamos de hacer lo que sabemos que debemos hacer, porque estamos descansando tan rico, porque mejor lo hacemos luego.

            El Catecismo de la Iglesia Católica la nombra acentuando la í: acedía, y la clasifica entre los pecados contra el Amor a Dios, pecados contra la Caridad, considerado como pecado capital porque da origen a otros pecados y ellos son:
ü  La indiferencia
ü  La ingratitud
ü  La tibieza
ü  La acedía
ü  El odio a Dios

            No existe una manera de relacionarlos entre sí, ni cómo un pecado lleva al otro, sólo que los cinco se resumen en uno solo, la Pereza. Lo que sí tenemos por cierto, que en cuanto al odio a Dios no es más que su culminación y última consecuencia. Recordemos lo que nos dice el Señor a través de su Palabra: "...tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apocalipsis 2, 4); "puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca" (Apocalipsis 3, 16).

            Al atacar la vitalidad de las relaciones con Dios, la pereza o la acedia conlleva consecuencias desastrosas para toda la vida moral y espiritual. Disipa el tesoro de todas las virtudes, oponiéndose directamente a la caridad, pero también a la esperanza, a la fortaleza, a la sabiduría y sobre todo a la religión, a la devoción, al fervor, al amor de Dios y a su gozo.

            Se puede pecar de diversas maneras contra el amor de Dios.
ü  La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina; desprecia su acción preveniente y niega su fuerza.
ü  La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor.
ü  La tibieza es una vacilación o negligencia en responder al amor divino; puede implicar la negación a entregarse al movimiento de la caridad.
ü  La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino.
ü  El odio a Dios tiene su origen en el orgullo; se opone al amor de Dios cuya bondad niega y lo maldice porque condena el pecado e inflige penas.





Contra la Pereza – La Virtud de la LABORIOSIDAD o DILIGENCIA

            La virtud a cultivar y combatir la Pereza es la LABORIOSIDAD o la DILIGENCIA, que significa ser trabajador, estar activo. Prontitud de ánimo para obrar el bien. Hasta la Virgen María, Madre de Dios era muy trabajadora en su casa: lavaba, barría, fregaba, cosía, hacía comida. El trabajo es algo que nos santifica. Hagámoslo con alegría y con amor.

            Diligencia es interés, responsabilidad, cuidado, eficiencia y prontitud en el cumplimiento del deber, así como el ánimo para obrar el bien.

            La palabra diligencia procede del latín "Diligere" que significa. Forma parte de la virtud de la caridad ya que está motivada por el amor y sobre todo al amor de Dios. La diligencia, en sentido más alto, es el esmero y el cuidado en ejecutar algo. Una prontitud de hacer algo con gran agilidad tanto interior como exterior. Como toda virtud se trabaja, netamente poniéndola en práctica.

            En su calidad de virtud, la diligencia abarca a Dios, a uno mismo y con los demás:
ü  Diligencia con Dios significa cumplir con los compromisos con él (oraciones, promesas, mandamientos, etc).
ü  Diligencia con uno mismo significa no ser inactivo, no caer en la pereza, con metas fijas y cumpliéndolas a tiempo.
ü  Diligencia con los demás significa poner entusiasmo en las acciones que se realizan con y para ellos.


            ¿Qué cosas ha dispuesto Dios para ayudarnos a vencer los Pecados Capitales?
ü  Las gracias actuales que constantemente está regalándonos, pero que muchísimas veces despreciamos.  Todo impulso para ser casto, humilde, generoso, etc. es una gracia divina.  El no aprovechar esos impulsos es desperdiciar las gracias actuales que Dios nos da.
ü  Los Sacramentos: la Confesión: para confesar los pecados capitales, para sabernos perdonados y para recibir las gracias específicas que nos llevan a perseverar en las virtudes opuesta a estos pecados. La Comunión: que nos da la fortaleza interior para la virtud.
ü  La oración: que nos fortalece también en la lucha interior contra los pecados capitales.  Dentro de la oración, recordar que un arma muy poderosa es el Santo Rosario. La Santísima Virgen María, es nuestra aliada en la lucha contra estos pecados.


Por lo demás, fortalézcanse en el Señor con su energía y su fuerza... Tomen la verdad como cinturón, la justicia como coraza; tengan buen calzado, estando listos para propagar el Evangelio de la paz. Tengan siempre en la mano el escudo de la fe, y así podrán atajar las flechas incendiarias del demonio...  Por último, usen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, o sea, la Palabra de Dios. Vivan orando y suplicando. Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu. Velen en común y perseveren en sus oraciones sin desanimarse nunca, intercediendo en favor de todos los santos, sus hermanos.
Efesios 6

sábado, 15 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Lujuria



La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro.
Catecismo de la Iglesia Católica No. 2332

     La Lujuria es buscar de manera desordenada el placer sexual. Se es lujurioso cuando buscamos el placer sexual por sí mismo, porque se siente a todo dar, no importando que sea antes o fuera del matrimonio, no importando que ofendas a tu pareja, no importando que solo tu sientas bonito y tu pareja no, no importando lo que se haga para no quedar embarazada. Los deseos y actos son desordenados cuando no se conforman al propósito divino, el cual es propiciar el amor mutuo de entre los esposos y favorecer la procreación.

     Como todo pecado capital, la lujuria origina otros pecados:
  • La fornicación: relaciones sexuales antes o fuera del matrimonio cristiano.
  • La masturbación, los actos homosexuales, la pornografía, mal terrible de nuestra época por su difusión masiva y casi compulsiva por el Internet.
  • La pederastia, la violación, la prostitución.

      Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. Catecismo de la Iglesia Católica No. 2359

     ¿Qué cosas nos conducen a la lujuria?
   Películas, fotografías, imágenes, en fin, todo aquello que estimulen pensamientos y deseos contrarios a la castidad y/o que nos lleven a pecar de lujuria.  Al ponernos en ocasión de pecado, ya estamos pecando.

     Es necesario entonces reconocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad, aunque el mundo nos venda otra cosa. El mundo nos vende la búsqueda del placer sexual, porque con eso nos sentimos supuestamente libres, realizados y felices. Y comenzamos a centrarnos en nosotros mismos, buscando el placer sexual, olvidándonos de Dios, de cómo nos creó y para qué puso en el ser humano la sexualidad. Seguir al mundo en cuanto a la lujuria definitivamente es desviarnos del plan de Dios desde el momento de la creación del ser humano.

     Vamos a analizar este proceso: El corazón, que está hecho para amar, y la razón, que es para razonar, son manejados por el deseo carnal, que es lo más inferior de nuestra naturaleza.  No es que sea malo el deseo carnal (si fue puesto por Dios, no es malo: lo malo es el uso que le demos). Un ejemplo puede servirnos para entender el mal uso que puede dársele a algo que Dios nos ha dado.  Dios nos dio los dientes para morder, rasgar y masticar los alimentos. Pero si una persona agresiva decide usarlo para maltratar a los demás mordiéndolos, está cambiando la finalidad de una cosa buena para hacer algo malo que termina por desvirtuar el fin para el que fue hecho.

     La Lujuria es un pecado contra el Sexto Mandamiento y es una ofensa contra la virtud de la castidad. Recordemos que Dios ideó el sexo como algo hermoso y que tiene dos fines:
Unir a la pareja, por eso sólo se vale dentro del matrimonio.
El acto sexual siempre debe estar “abierto a la vida” y no usar métodos anticonceptivos que pongan en riesgo la vida de la pareja y de los bebes que se puedan concebir.





Contra la Lujuria – La Virtud de la CASTIDAD

     La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. Catecismo de la Iglesia Católica No. 2337

     La Castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. La castidad no es una negación de la sexualidad.  Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad.

     Dios bendijo al hombre y a la mujer con atracción mutua. Mientras ambos viven bajo el amor de Dios, sus corazones buscan el amor divino que es ordenado hacia darse buscando ante todo el bien del otro. El placer entonces es algo bueno pero muy inferior. En comunión con Dios se ama verdaderamente y se respeta a la otra persona como hijo o hija de Dios y no se le tiene como objeto de placer. En el orden de Dios se puede reconocer la necesidad de la castidad para que el amor sea protegido. Es necesario entonces conocer y obedecer el sentido que Dios ha dado a la sexualidad.

     Pero el pecado desordenó la atracción entre hombre y mujer de manera que el deseo carnal tiende a separarse de propósito divino y a dominar la mente y el corazón. La lujuria crece cuanto más nos buscamos a nosotros mismos y nos olvidamos de Dios. De esta manera lo inferior (el deseo carnal) domina a lo superior (el corazón que fue creado para amar). Cuando la lujuria no se rechaza con diligencia, el sujeto cae presa de sus propios deseos que terminan por dominarle y envilecerle.

     La lujuria se vence cuando guardamos la mente pura (lo cual requiere guardarse de miradas, revistas, etc. que incitan a la lujuria) y dedicamos toda nuestra energía a servir a Dios y al prójimo según nuestra vocación. Si nos tomamos en serio nuestra vida en Cristo podremos comprender el gravísimo daño que la lujuria ocasiona y, aunque seamos tentados estaremos dispuestos a luchar y sufrir para liberarnos. Un ejemplo es San Francisco, quien al ser tentado con lujuria se arrojó a unos espinos. Así logró vencer la tentación.

     La castidad es usar de ese hermoso regalo que Dios dio al hombre y que se llama sexo, de acuerdo a las reglas de Dios: solo dentro del matrimonio y solo con tu esposo/a, que sea un acto de entrega amorosa (hacer feliz al otro) y no un acto de egoísmo (solo importa lo que yo sienta), que si quiero planear mi familia, lo haga con métodos naturales.

   La castidad es también cuidar mis ojos, mis oídos y mi mente de todo aquello que los medios de comunicación me venden como algo normal y que yo sé que es algo que está mal, que ofende a Dios y que me hace daño. Cuando estés tentado a ver este tipo de programas, revistas, libros, piensa: ¿Qué piensa Dios de mí en este momento? Debemos ser castos en pensamientos, deseos, palabras y acciones.


Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo” (Gálatas 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.
Catecismo de la Iglesia Católica No. 2348

viernes, 14 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Gula.


     La Gula es el deseo desordenado por el placer conectado con la comida o la bebida. También está ligado al consumo de drogas. La Gula es comer o beber sin medida, cuando comes y comes por el puro gusto aunque ya ni te quepa, cuando todo el día piensas nada más en comer. Pecas de gula cuando bebes en exceso y te emborrachas, pierdes la razón y haces y dices grandes tonterías que sobrio no lo harías. Al emborracharte te embruteces, ¿Tú crees que a Dios le gusta verte en ese estado? ¿Tú crees que a tu familia le gusta verte así o se avergüenza de ello? Pecas de gula también cuando comes sin medida,  

     Según San Gregorio y Santo Tomás uno puede contraer el vicio de la gula de las siguientes maneras: 
  • Comiendo fuera del tiempo apropiado y sin necesidad; 
  • Comiendo con demasiada avidez; 
  • Buscando comida exquisita; 
  • Preparando comida de excesiva exquisitez; 
  • Comiendo una cantidad excesiva. 

     Ellos sostenían que la Gula es un pecado mortal cuando uno prefiere el placer de comer y de beber antes que a Dios y sus preceptos. 

En otras palabras: 
  • Cuando uno rompería un precepto grave por el placer de comer y beber, como cuando uno rompe un ayuno o abstinencia; 
  • Cuando uno causa serio daño a su salud; 
  • Cuando uno pierde el uso de la razón como en el caso de la embriaguez; 
  • Cuando presupone un serio desperdicio de bienes materiales; 
  • O cuando uno causa grave escándalo por la gula. 

     Sería un pecado venial si, sin ir a ninguno de los mencionados extremos, uno va más allá de los límites de la prudencia y de la razón. Ordinariamente, el exceso en la comida o la bebida no pasa de los límites de un pecado venial, pero la falta de mortificación respecto al sentido del gusto constituye un gran obstáculo a la santificación de uno. 

     Como pecado capital, la gula ocasiona muchos otros vicios y pecados porque el intelecto, embotado y nublado por excesiva comida o bebida, pierde el control que debería de tener en la dirección de nuestras acciones. 

     Santo Tomás, citando a San Gregorio, designó lo siguiente como hijas de la gula
  • Estupidez o embotadura del intelecto; 
  • Gozo excesivo (especialmente por la bebida), al cual siguen actos imprudentes y acciones poco dignas;
  • Locuacidad excesiva, en la cual suele haber pecado, como dicen las Escrituras En el mucho hablar no faltará el pecado, el que refrena sus labios es prudente. (Prov. 10, 19); 
  • Exceso en palabras y en gestos, que proceden de la falta de la razón o de la debilidad del intelecto; 
  • Lujuria, que es el mal efecto más frecuente del vicio de la gula. 

     Si añadimos a esto que el exceso en la comida y la bebida destruye el organismo, además:
  • Empobrece los afectos; 
  • Degrada los buenos sentimientos; 
  • Destruye la paz de la familia; 
  • Te aísla de la sociedad (especialmente con la plaga del alcoholismo), y le incapacita a uno de la práctica de toda clase de virtud, hemos resumido el principal efecto desastroso de este feo vicio que rebaja al hombre al nivel de un animal. 


Contra la Gula – La Virtud de la TEMPLANZA 

   La virtud que debes de cultivar contra la gula es la TEMPLANZA: beber y comer con moderación. La templanza conduce a evitar toda clase de exceso, el abuso de la comida, del alcohol, de las drogas, del tabaco y de las medicinas. Quienes en estado de embriaguez, o por adicción inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras, en el mar o en el aire, se hacen gravemente culpables (Catecismo de la Iglesia Católica 2290). 

     

No extiendas la mano a todo lo que ves, no te precipites sobre la bandeja. Piensa que los demás están en la misma situación tuya, actúa en todo con reflexión. Come lo que se te presenta como un hombre educado y no como un glotón, lo que te haría odioso. Sé el primero en detenerte, es cuestión de educación; no seas tragón, pues molestarías. Si estás sentado con varias personas, no seas el primero en servirte. Un poco le basta a un hombre bien educado; una vez en su cama, no le costará respirar. Un estómago liviano produce un sueño sano; uno se levanta temprano y con la cabeza despejada. En cambio el insomnio, los vómitos y las diarreas esperan al hombre glotón. Si te has visto obligado a comer mucho, levántate, anda a vomitar al excusado y te sentirás aliviado. Hijo mío, óyeme, no te rías de mis consejos; al final verás que te decía la verdad. Sé moderado en todo lo que hagas y no tendrás ninguna enfermedad. 
Eclesiástico 31, 14-22

miércoles, 12 de junio de 2013

Pecados Capitales... La Avaricia


"Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero..." 
Lc. 16,13

      La avaricia (del latín "avarus", "codicioso", "ansiar") es el ansia o deseo desordenado y excesivo por la riqueza. Su especial malicia, ampliamente hablando, consiste en conseguir y mantener dinero, propiedades, y demás, con el solo propósito de vivir para eso. 

    Se le llama pecado capital porque a través de la ganancia o tenencia se cometen muchos otros pecados. Se teme que a menudo se esconda como una virtud o se insinúe bajo el pretexto de ahorrar para el futuro. La Avaricia es tener una gran ambición de poseer cosas materiales. Somos avaros cuando lo que importa mucho es tener cosas, tener dinero, vestidos, adornos para tu casa, aparatos, no importando que tengas que hacer para conseguirlo. 

    El desear superarse económicamente a través del trabajo honrado es bueno, lo que está mal es solo pensar en tener más y no en ser mejor persona, mejor padre, madre, hijo o hermano... mejor amigo, mejor trabajador, mejor jefe... Es la inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones. 

     El décimo mandamiento prohíbe la avaricia y el deseo de una apropiación inmoderada de los bienes terrenos. Prohíbe el deseo desordenado nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y de su poder. Prohíbe también el deseo de cometer una injusticia mediante la cual se dañaría al prójimo en sus bienes temporales: El ojo del avaro no se satisface con su suerte (Eclesiástico 14, 9)

     Para el avaro la máxima prioridad en la vida el conseguir y mantener dinero, propiedades, y otras cosas. Hay que ser prudentes y previsivos con respecto de los bienes materiales.  Pero la avaricia sobrepasa la precaución y la prudencia.  La prudencia nos lleva a buscar tener lo suficiente para llevar una vida sin excesos. La avaricia nos lleva a buscar tener demasiado. Y en esa actitud puede llegar hasta el robo para obtener el exceso de bienes que desea.

     La avaricia es un deseo enfermizo, de cualquier cosa, no sólo de dinero.  El avaro también es egoísta, por lo que se niega a ayudar en las necesidades del prójimo, no le gusta compartir y no practica la solidaridad; y eso es muy frecuente en nuestros días.  Pero sucede que está tan a la vista, que no se nota, pues nos parece de lo más natural.

     ¿No es avaricia querer tener el mejor automóvil, el mejor reloj, el último celular, etc...?


Contra la AVARICIA – La Virtud de la GENEROSIDAD

      Dar con gusto de lo propio a los pobres y a los que necesiten. La virtud a cultivar contra la Avaricia es la SENCILLEZ, que es ser feliz con poco y la GENEROSIDAD, que es pensar en COMPARTIR y dar de lo tuyo. Siempre habrá otros que tienen más necesidad que tú. 

    Para luchar contra la avaricia lo primero que se requiere la templanza en el uso de los bienes materiales: el evitar el exceso y el lujo, controlar cantidad y calidad de los bienes que adquiramos. La templanza con respecto de los bienes materiales también exige que seamos desapegados de ellos. El practicar la generosidad nos ayuda a evitar la avaricia; nos dispone a dar, no solamente bienes materiales, sino también de nuestro tiempo, talento y la propia vida para cumplir la voluntad de Dios, sin esperar nada en cambio en este mundo. Cristo nació y vivió en la sencillez y en la pobreza.



¿Querríais ver a Dios glorificado por vosotros? 
Pues bien, alegraos del progreso de vuestro hermano 
y con ello Dios será glorificado por vosotros. 
Dios será alabado —se dirá— porque su siervo 
ha sabido vencer la envidia 
poniendo su alegría en los méritos de otros...
San Juan Crisóstomo